domingo, 4 de junio de 2017

EL TEATRO DE VALLE-INCLÁN

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN (1866-1936)


La trayectoria literaria de Valle-Inclán representa bien el paso del modernismo finisecular al vanguardismo, o, lo que es lo mismo en su caso, del decadentismo al expresionismo. Esta evolución es, sin duda, fruto de su actitud bohemia y extravagante que le ha de conducir de sus inicios modernistas a la estética grotesca presente en sus esperpentos,y a la concepción de una literatura crítica alejada de los gustos burgueses y de los parámetros realistas. Desde su inconformismo y su excentricidad, cultiva todos los géneros literarios: poesía, narrativa y teatro.

Para entender la dramaturgia de Valle-Inclán hay que tener presente el hecho de que es un autor totalmente al margen de cualquier planteamiento y pretensión comercial en la creación y difusión de sus obras. Esto le permitirá una libertad creativa que le sitúa por encima de muchos de sus contemporáneos, con un teatro innovador, crítico, radical y original. Ante la imposibilidad de acceder a los espacios escénicos comerciales, su teatro se libera de las convenciones tradicionales y, sobre todo, de la necesidad de su representación. Esta radicalidad, independencia, y su violencia dramática, en contra, en la mayoría de los casos, de los gustos y exigencias del público, crea un “teatro en libertad” que se desentiende completamente de las limitaciones del teatro de su tiempo. Como en el caso de Shakespeare, para Valle-Inclán el teatro es un espejo de la realidad. Lo novedoso de su concepción estriba en que compara su obra dramática con un espejo cóncavo y deformante que devuelve una imagen distorsionada de la realidad. Todo ello influye negativamente en la recepción de sus obras por parte de crítica y público. Ha sido el paso del tiempo el que ha puesto al autor entre los nombres básicos de la historia del teatro español contemporáneo al reconocerse su carácter renovador y revolucionario ante la escena del momento.


Javier Gutiérrez Solana



Las comedias bárbaras

Esta trilogía aparece entre 1907 y 1923, formada por Águila de blasón (1907), Romance de lobos (1908) y Cara de plata (1923). Están centradas en el personaje de don Juan Manuel de Montenegro, “uno de esos hidalgos despóticos, hospitalarios y violentos”, y en el de sus hijos como representantes de un mundo en plena decadencia y destrucción. Se trata de un ámbito donde el pecado, el sexo, la violencia, la lujuria, la envidia, la muerte...muestran la cara más amarga de la sociedad de su tiempo, a la vez que subrayan la creencia que Valle posee sobre el poder destructor del ser humano: el hombre es un lobo para el hombre.



Francisco de Goya, Caprichos



Divinas palabras y La reina castiza

En 1920 aparece el texto de Divinas Palabras, subtitulada “Tragicomedia de aldea”, y no representada hasta 1933. En ella continúa mostrando su personal visión de Galicia mediante la deformación de la realidad y la elección de unos personajes miserables, ruines, crueles y despiadados que llevan el cuerpo de Laureaniño, un niño idiota y deforme, de pueblo en pueblo, de feria en feria, para pedir limosnas. Mari-Gaila, esposa de un sacristán pero enamorada de un galán, descuida la atención del niño, que muere alcoholizado. Entonces los campesinos descubren a Mari-Gaila con el amante y la llevan ante el sacristán, quien al hablar en latín, consigue calmar la violencia de aquéllos. La sátira surge desde el momento en que éstos sólo creen en las “divinas palabras” pronunciadas en latín y, por tanto, incomprensibles para ellos, pero que les conducen al perdón.

La Farsa y Licencia de la reina castiza está ubicada en el reinado de Isabel II. Recrea el chantaje de unos matones que han encontrado dos cartas amorosas escritas por la reina. De nuevo, Valle incide en el componente caricaturesco y grotesco que domina a la sociedad, de ahí que su mirada degradante alcance a la reina, a los cortesanos y al pueblo.



Goya




Los esperpentos

Los esperpentos de Valle-Inclán deben ser puestos en conexión con una tradición estética que busca la deformación de la realidad y que ha dejado sus huellas en las diferentes manifestaciones artísticas que han servido de inspiración al autor gallego. Así, cabe recordar en pintura a El Bosco, a Goya o a Solana, en cine al expresionismo alemán, y en literatura a Cervantes, Quevedo y al expresionismo de principios del siglo XX. La crítica ha apuntado además los nombres de dramaturgos, anteriores o coetáneos de Valle, en los que se aprecian concomitancias: los entremeses, el metateatro de Shakespeare, Calderón, Pirandello, Beckett y Brecht, y las comedias y farsas de Grau, Unamuno, Gómez de la Serna y Muñoz Seca. El objetivo de Valle es presentar una realidad deformada para poner de manifiesto todo lo que la realidad tiene de distorsión, injusticia y desequilibrio. Para él,”España es una deformación grotesca de la civilización europea”, por lo que el escritor debe deformar la expresión para ofrecer al lector y al espectador la cara miserable y amarga, pero real, de los españoles.

Entre otros, Alonso Zamora Vicente ha estudiado las técnicas de las que se vale el escritor para conseguir su objetivo, basándose en Luces de bohemia. Las técnicas fundamentales del esperpento son las siguientes:

a) Distorsión de la realidad mediante el empleo de dos procedimientos: el ensalzamiento irónico o la degradación directa.

b) La humanización de animales que son presentados como seres humanos o que viven junto a los seres humanos.

c) La animalización de los seres humanos.

d) La cosificación de los seres humanos mediante la identificación de éstos con objetos, despersonalizándolos.

e) La muñequización de los personajes, que son dispuestos como muñecos, títeres o fantoches.

f) La literaturización, es decir, la configuración de personajes extraídos de obras de la historia de la literatura, incluso a veces, de obras propias.

g) La deformación y estilización del lenguaje, con la mezcla continua de diferentes registros de lengua.




El Bosco, El jardín de las delicias


Luces de bohemia

La obra recrea la última noche del modernista Alejandro Sawa, amigo de Valle-Inclán, que en la obra es presentado con el nombre simbólico de Max Estrella, ciego y visionario, y que aparece acompañado de don Latino de Híspalis. Luces de bohemia es la presentación cruda de la realidad del Madrid de principios de siglo, un lugar “mísero, brillante y hambriento”, ante el que Valle no puede más que mostrar su desengaño y su resignación, su rabia y su impotencia, pero también su denuncia. La denuncia de un mundo canallesco y corrupto política, artística, económica y moralmente.

"Luces de bohemia se abre con una invitación al suicidio y se cierra con un suicidio que sigue a la muerte del protagonista, el poeta ciego "como Homero y Belisario", cuya "cabeza , rizada y ciega, de un gran carácter clásico-arcaico, recuerda los Hermes". A la dignidad clásica, subrayada por el dranaturgo, no corresponde la dignidad del mundo en que se mueve, sino que, por el contrario, a ese mundo se le ha amputado, hasta hacerla imposible, toda posibilidad de nobleza y grandeza, propias del mundo de la tragedia clásica.

El mundo hecho presente en cada uno de los diversos espacios escénicos -carentes de toda nobleza-, aparece definido por sí y en sí mismo, sin necesidad de palabras intermediarias de denuncia, como un mundo sin otra salida que la muerte, un mundo que es -y no solo donde hay- injusticia, estupidez, miseria, arbitrariedad, traición, violencia, y en donde la única voz que suena con autenticidad es la "voz trágica", la voz con "cólera trágica" de la Madre que, simbólicamente, lleva muerto en brazos a un niño, "¡un inocente sin culpa!".

Lo descubierto por Max Estrella a través de su experiencia del mundo, en el cual se siente incluido, como parte de su materia degradada con conciencia de su radical culpabilidad y de su no menos radical inocencia, es que la condición de "círculo infernal" de ese mundo (escena 11), con trasfondo de "tableteo de fusilada" no puede ser reflejado con la óptica del héroe clásico, lo cual sería una traición a la esencia de se mundo al dotarlo, formalmente, de una dignidad de la que carece. El esperpento, lejos de negar lo trágico o de predicar su ausencia, es el único modo lícito de dar testimonio de lo trágico, sin traicionarlo. Paradojicamente, la forma clásica de la tragedia es la única forma radicalmente inadecuada para la expresión de lo trágico, pues los contenidos de este se han vaciado de toda significación, de todo valor, reducidos a una sola categoría: la de la falsedad. Y la esencia trágica de esa falsedad solo puede ya ser representada mediante la apelación a lo grotesco, es decir, mediante la óptica del "espejo cóncavo". La vida y la muerte de Max Estrella son la más rigurosa predicación en el teatro contemporáneo de la vida y la muerte del nuevo héroe trágico que debe renunciar a toda actitud trágica para que su testimonio sea válido. es decir, verídico, en perfecta adecuación con el modo de aparición de lo trágico en el mundo moderno, cuya cifra y signo es la España cristalizada en el Madrid de Luces de bohemia.



Solana

Los personajes responden, con la excepción tal vez de la Madre y del Preso, a esa doble dimensión de "héroes bufos" y "payasos trágicos", tanto en la actitud como en la palabra. Forman todos ellos un gran coro de personajes huecos, sin que su cháchara, antisocial o no, consiga disimular su vulgaridad constitutiva ni la vulgaridad en que viven sumergidos, incapaces, como don Latino de Híspalis, de estremecerse ante la voz trágica del dolor y de la muerte. Sobre todos ellos, y especialmente sobre el héroe del esperpento, pesa una fatalidad, un destino, degradados también, que no vienen desde arriba ni desde un más allá, sino del centro neutro, insignificante, del mismo mundo, y contra los cuales no caben ni rebelión ni aceptación heroica. Fatalidad y destino que convierten, vulgarmente, al héroe en un simple cesante, y contra los cuales solo son posibles la impotencia, la rabia y la vergüenza, expresivamente reiterados por el dramaturgo como sentimientos fundamentales del protagonista. Si al héroe clásico le era posible luchar y dar en su combate (agonía) la medida de su grandeza y de su dignidad, al nuevo héroe ni siquiera esa posibilidad le queda, porque ¿cómo luchar dignamente contra una carta del Buey Apis, la nueva deidad que detenta el poder de los antiguos dioses? Incluso al nuevo héroe se le despoja de la dignidad de su propia muerte: Max Estrella, después de haber sido desposeído de la posibilidad de hacer vivir malamente a su familia, después de haber sido encarcelado, abofeteado, perdido su dignidad ética al aceptar una arbitraria pensión mensual, se muere arrimado al quicio de la puerta de su casa, para ser traicionado, esquilmado y abandonado por su grotesco lazarillo en el momento mismo en que acaba de morir con una mueca que le deforma la cara; y aún más, hasta su misma muerte es confundida con una borrachera, y, después, degradada, irónicamente, cuando Basilio Soulinake la identifica con un "estado de catalepsia".




Solana





La trilogía Martes de carnaval

Los cuernos de don Friolera es una sátira del tema del honor a partir de un militar. Es obvia la deuda, presentada de forma paródica, con los dramas de honor calderonianos y barrocos. Las galas del difunto es una versión paródica del mito de Don Juan. La hija del capitán, que se publica en Argentina en 1927, tiene como fondo histórico el asesinato del capitán Sánchez en 1913 y el golpe de estado de Primo de Rivera en 1923. La vinculación de la trama con los hechos de Primo son evidentes, por lo que su publicación influyó en el encarcelamiento de Valle en 1929, por negarse a pagar una sanción impuesta por insultos a la autoridad.



Solana, La Tertulia del café de Pombo (Gómez de la Serna en el centro, presidiéndola)



SOLUCIONES A LAS ACTIVIDADES DE MACHADO, VALLE-INCLÁN Y LORCA

MACHADO

a La nostalgia de un doloroso amor que ya no siente;
b colinas doradas, verdes pinos, polvorientas encinas; c Tiene connotaciones
ambiguas, positivas y negativas, que la apartan del sentido
convencional del término; aquí está asociada al amor, que
como toda pasión, hace daño; habla de espina dorada, luego
es vista de manera positiva; d La rima es consonante, coinciden
vocales y consonantes desde la última vocal acentuada; la
estrofa se denomina cuarteta; la forman cuatro versos de arte
menor, normalmente octosílabos, como en el poema, que riman
abab; e Respuesta abierta.

VALLE-INCLÁN

11. Técnica deformante: caricaturización («Zaratustra, abichado
y giboso»), hipérbole («Rimeros de libros hacen escombro…»),
animalización («En la cueva hacen tertulia el gato, el loro y el
librero»), diálogos absurdos («El gato: ¡Fu, fu, fu! / El can: ¡Guau!
/ El loro: ¡Viva España!»); propósito crítico: mostrar la España
del momento y el lugar que ocupaba la cultura, la literatura (una
cueva); lenguaje: se mezcla el absurdo de los animales, la vulgaridad
de algunos personajes (Zaratustra) y el preciosismo de
las acotaciones; Metáforas degradantes y embellecedoras:
«Empapelan los cuatro vidrios», «hacen tertulia», «cara de tocino
rancio», «promueve una disonancia»; Contrastes o antítesis: «libros-
escombro», «cromos espeluznantes», «aguda y dolorosa».

GARCÍA LORCA

8. a Un niño gitano agoniza y al final muere, pero se nos narra a
través de una conversación entre la muerte (la luna) y el niño;
b La muerte del niño; c El niño está en una fragua, una herrería,
un trabajo propio de los gitanos; collares, anillos, yunque, caballos,
jinete, olivar, bronce; d «duro estaño» (muerte implacable);
e Primero mira la luna, luego tiene los ojos cerrados y finalmente
muere; f Primero sostiene a la luna, compasivo; luego, inmóvil,
envuelve al niño muerto; g Por ser de plumaje oscuro y por la
leyenda que tiene, según la cual se alimenta mamando leche de
cabras y ovejas; h Se relaciona con la muerte, con la luna como
símbolo: nardos, estaño, anillos blancos, blancor almidonado;
i La luna es blanca, pura, pero no es vista como una muerte terrorífica,
sino como una muchacha alegre, lúbrica incluso, que baila
y termina llevándose al niño de la mano, con ternura; j v 15-16:
«te encontrarán sobre el yunque con los ojillos cerrados», v 21-
22: «El jinete se acercaba tocando el tambor del llano», v 25:
«Cómo canta la zumaya»; k «tambor del llano»: cabalgando;
l Aunque se suele editar dividido en estrofas de cuatro versos
octosílabos, la rima asonante es siempre en -ao, por lo tanto es
un romance; m Toma elementos de la tradición como la forma
métrica o el ambiente rural, pero existe una enorme originalidad
contemporánea en los símbolos (muerte = luna), en las metáforas
(«el tambor del llano», «los pechos de duro estaño») y en el

tratamiento de un tema trágico, la muerte de un niño

sábado, 3 de junio de 2017

SELECCIÓN DE POEMAS DE GARCÍA LORCA


 CANCIÓN DE JINETE

   Córdoba.
Lejana y sola.

   Jaca negra, luna grande,
y aceitunas en mi alforja.
Aunque sepa los caminos
yo nunca llegaré a Córdoba.
   Por el llano, por el viento,
jaca negra, luna roja.
La muerte me está mirando
desde las torres de Córdoba.
   ¡Ay qué camino tan largo!
¡Ay mi jaca valerosa!
¡Ay que la muerte me espera,
antes de llegar a Córdoba!

   Córdoba.
Lejana y sola.


En la luna negra 
de los bandoleros, 
cantan las espuelas. 

Caballito negro. 
¿Dónde llevas tu jinete muerto? 

...Las duras espuelas 
del bandido inmóvil 
que perdió las riendas. 

Caballito frío. 
¡Qué perfume de flor de cuchillo! 

En la luna negra, 
sangraba el costado 
de Sierra Morena. 

Caballito negro. 
¿Dónde llevas tu jinete muerto? 

La noche espolea 
sus negros ijares 
clavándose estrellas. 

Caballito frío. 
¡Qué perfume de flor de cuchillo! 

En la luna negra, 
¡un grito! y el cuerno 
largo de la hoguera. 

Caballito negro. 
¿Dónde llevas tu jinete muerto?

                                    (Canciones, 1927)


ROMANCERO GITANO, 1928


             1

  ROMANCE DE LA LUNA

a Conchita García Lorca
La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.
En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.
Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.

Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.
Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.

El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.
Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.

¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.

Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.

          2

  PRECIOSA Y EL AIRE
A Dámaso Alonso
Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene
por un anfibio sendero
de cristales y laureles.
El silencio sin estrellas,
huyendo del sonsonete,
cae donde el mar bate y canta
su noche llena de peces.
En los picos de la sierra
los carabineros duermen
guardando las blancas torres
donde viven los ingleses.
Y los gitanos del agua
levantan por distraerse,
glorietas de caracolas
y ramas de pino verde.

          *

Su luna de pergamino
Preciosa tocando viene.
Al verla se ha levantado
el viento que nunca duerme.
San Cristobalón desnudo,
lleno de lenguas celestes,
mira la niña tocando
una dulce gaita ausente.
Niña, deja que levante
tu vestido para verte.
Abre en mis dedos antiguos
la rosa azul de tu vientre.

          *

Preciosa tira el pandero
y corre sin detenerse.
El viento-hombrón la persigue
con una espada caliente.
Frunce su rumor el mar.
Los olivos palidecen.
Cantan las flautas de umbría
y el liso gong de la nieve.
¡Preciosa, corre, Preciosa,
que te coge el viento verde!
¡Preciosa, corre, Preciosa!
¡Míralo por dónde viene!
Sátiro de estrellas bajas
con sus lenguas relucientes.

          *

Preciosa, llena de miedo,
entra en la casa que tiene,
más arriba de los pinos,
el cónsul de los ingleses.
Asustados por los gritos
tres carabineros vienen,
sus negras capas ceñidas
y los gorros en las sienes.
El inglés da a la gitana
un vaso de tibia leche,
y una copa de ginebra
que Preciosa no se bebe.
Y mientras cuenta, llorando,
su aventura a aquella gente,
en las tejas de pizarra
el viento, furioso, muerde.


             4

  ROMANCE SONÁMBULO
A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.
Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

              *

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.
La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.
¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

              *

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

              *

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.
Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

              *

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.
Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.
¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?
¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

              *

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.
La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.
Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.


POETA EN NUEVA YORK, 1930

 LA AURORA

La aurora de Nueva York tiene
cuatro columnas de cieno
y un huracán de negras palomas
que chapotean las aguas podridas.

La aurora de Nueva York gime
por las inmensas escaleras
buscando entre las aristas
nardos de angustia dibujada.

La aurora llega y nadie la recibe en su boca
porque allí no hay mañana ni esperanza posible.
A veces las monedas en enjambres furiosos
taladran y devoran abandonados niños.

Los primeros que salen comprenden con sus huesos
que no habrá paraíso ni amores deshojados;
saben que van al cieno de números y leyes,
a los juegos sin arte, a sudores sin fruto.

La luz es sepultada por cadenas y ruidos
en impúdico reto de ciencia sin raíces.
Por los barrios hay gentes que vacilan insomnes
como recién salidas de un naufragio de sangre.

GRITO HACIA ROMA

(DESDE LA TORRE DEL CHRYSLER BUILDING)


Manzanas levemente heridas 
por finos espadines de plata, 
nubes rasgadas por una mano de coral 
que lleva en el dorso una almendra de fuego, 
Peces de arsénico como tiburones, 
tiburones como gotas de llanto para cegar una multitud, 
rosas que hieren 
Y agujas instaladas en los caños de la sangre, 
mundos enemigos y amores cubiertos de gusanos 
caerán sobre ti. Caerán sobre la gran cúpula 
que untan de aceite las lenguas militares 
donde un hombre se orina en una deslumbrante paloma 
y escupe carbón machacado 
rodeado de miles de campanillas. 

Porque ya no hay quien reparte el pan ni el vino, 
ni quien cultive hierbas en la boca del muerto, 
ni quien abra los linos del reposo, 
ni quien llore por las heridas de los elegantes. 
No hay más que un millón de herreros 
forjando cadenas para los niños que han de venir. 
No hay más que un millón de carpinteros 
que hacen ataúdes sin cruz. 
No hay más que un gentío de lamentos 
que se abren las ropas en espera de la bala. 
El hombre que desprecia la paloma debía hablar, 
debía gritar desnudo entre las columnas, 
y ponerse una inyección para adquirir la lepra 
y llorar un llanto tan terrible 
que disolviera sus anillos y sus teléfonos de diamante. 
Pero el hombre vestido de blanco 
ignora el misterio de la espiga, 
ignora el gemido de la parturienta, 
ignora que Cristo puede dar agua todavía, 
ignora que la moneda quema el beso de prodigio 
y da la sangre del cordero al pico idiota del faisán. 

Los maestros enseñan a los niños 
una luz maravillosa que viene del monte; 
pero lo que llega es una reunión de cloacas 
donde gritan las oscuras ninfas del cólera. 
Los maestros señalan con devoción las enormes cúpulas sahumadas; 
pero debajo de las estatuas no hay amor, 
no hay amor bajo los ojos de cristal definitivo. 
El amor está en las carnes desgarradas por la sed, 
en la choza diminuta que lucha con la inundación; 
el amor está en los fosos donde luchan las sierpes del hambre, 
en el triste mar que mece los cadáveres de las gaviotas 
y en el oscurísimo beso punzante debajo de las almohadas. 

Pero el viejo de las manos traslucidas 
dirá: amor, amor, amor, 
aclamado por millones de moribundos; 
dirá: amor, amor, amor, 
entre el tisú estremecido de ternura; 
dirá: paz, paz, paz, 
entre el tirite de cuchillos y melones de dinamita; 
dirá: amor, amor, amor, 
hasta que se le pongan de plata los labios. 

Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto, 
los negros que sacan las escupideras, 
los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los 
directores, 
las mujeres ahogadas en aceites minerales, 
la muchedumbre de martillo, de violín o de nube, 
ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro, 
ha de gritar frente a las cúpulas, 
ha de gritar loca de fuego, 
ha de gritar loca de nieve, 
ha de gritar con la cabeza llena de excremento, 
ha de gritar como todas las noches juntas, 
ha de gritar con voz tan desgarrada 
hasta que las ciudades tiemblen como niñas 
y rompan las prisiones del aceite y la música, 
porque queremos el pan nuestro de cada día, 
flor de aliso y perenne ternura desgranada, 
porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra 
que da sus frutos para todos.

domingo, 28 de mayo de 2017

SELECCIÓN DE POEMAS DE MACHADO


SOLEDADES, GALERÍAS Y OTROS POEMAS (1907)






LXI

(INTRODUCCIÓN)

Leyendo un claro día 
mis bien amados versos, 
he visto en el profundo 
espejo de mis sueños 
que una verdad divina 
temblando está de miedo, 
y es una flor que quiere 
echar su aroma al viento. 

El alma del poeta 
se orienta hacia el misterio. 
Sólo el poeta puede 
mirar lo que está lejos 
dentro del alma, en turbio 
y mago sol envuelto. 

En esas galerías, 
sin fondo, del recuerdo, 
donde las pobres gentes 
colgaron cual trofeo 
el traje de una fiesta 
apolillado y viejo, 
allí el poeta sabe 
el laborar eterno 
mirar de las doradas 
abejas de los sueños. 

Poetas, con el alma 
atenta al hondo cielo, 
en la cruel batalla 
o en el tranquilo huerto, 
la nueva miel labramos 
con los dolores viejos, 
la veste blanca y pura 
pacientemente hacemos, 
y bajo el sol bruñimos 
el fuerte arnés de hierro. 

El alma que no sueña, 
el enemigo espejo, 
proyecta nuestra imagen 
con un perfil grotesco. 
Sentimos una ola 
de sangre, en nuestro pecho, 
que pasa... y sonreímos, 
y a laborar volvemos.

LXXII

La casa tan querida
donde habitaba ella,
sobre un montón de escombros arruinada
o derruida, enseña
el negro y carcomido
maltrabado esqueleto de madera. 

La luna está vertiendo
su clara luz en sueños que platea
en las ventanas. Mal vestido y triste,
voy caminando por la calle vieja. 


                                                                              II
HE ANDADO MUCHOS CAMINOS
He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares,
y atracado en cien riberas.
En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,
y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.
Mala gente que camina
y va apestando la tierra…
Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan,
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.
Nunca, si llegan a un sitio,
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,
y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.
Son buenas gentes que viven,
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos,
descansan bajo la tierra.
XII


Hacia un ocaso ardiente 
caminaba el sol de estío, 
y era, entre nubes de fuego, una trompeta gigante, 
tras de los álamos verdes de las márgenes del río.
Dentro de un olmo sonaba la sempiterna tijera 
de la cigarra cantora, el monorritmo jovial, 
entre metal y madera, 
que es la canción estival.
En una huerta sombría 
giraban los cangilones de la noria soñolienta. 
Bajo las ramas oscuras el son del agua se oía. 
Era una tarde de julio, luminosa y polvorienta.
Yo iba haciendo mi camino, 
absorto en el solitario crepúsculo campesino.
Y pensaba: «¡Hermosa tarde, nota de la lira inmensa 
toda desdén y armonía; 
hermosa tarde, tú curas la pobre melancolía 
de este rincón vanidoso, oscuro rincón que piensa!»
Pasaba el agua rizada bajo los ojos del puente. 
Lejos la ciudad dormía 
como cubierta de un mago fanal de oro transparente. 
Bajo los arcos de piedra el agua clara corría.
Los últimos arreboles coronaban las colinas 
manchadas de olivos grises y de negruzcas encinas. 
Yo caminaba cansado, 
sintiendo la vieja angustia que hace el corazón pesado.
El agua en sombra pasaba tan melancólicamente, 
bajos los arcos del puente, 
como si al pasar dijera:
«Apenas desamarrada 
la pobre barca, viajero, del árbol de la ribera, 
se canta: no somos nada. 
Donde acaba el pobre río la inmensa mar nos espera».
Bajo los ojos del puente pasaba el agua sombría. 
(Yo pensaba: ¡el alma mía!)
Y me detuve un momento, 
en la tarde, a meditar...
¿Qué es esta gota en el viento 
que grita al mar: soy el mar?
Vibraba el aire asordado 
por los élitros cantores que hacen el campo sonoro, 
cual si estuviera sembrado 
de campanitas de oro.
En el azul fulguraba 
un lucero diamantino. 
Cálido viento soplaba, 
alborotando el camino.
Yo, en la tarde polvorienta, 
hacia la ciudad volvía. 
Sonaban los cangilones de la noria soñolienta. 
Bajo las ramas oscuras caer el agua se oía.

XXXV


  Al borde del sendero un día nos sentamos.
Ya nuestra vida es tiempo, y nuestra sola cuita
son las desesperantes posturas que tomamos
para aguardar... Mas Ella no faltará a la cita.


XXI


Daba el reloj las doce... y eran doce
golpes de azada en tierra...
        ... ¡Mi hora! —grité— ... El silencio
me respondió: —No temas;
tú no verás caer la última gota
que en la clepsidra tiembla.
        Dormirás muchas horas todavía
sobre la orilla vieja
y encontrarás una mañana pura
amarrada tu barca a otra ribera.



LVI
 Sonaba el reloj la una
dentro de mi cuarto. Era
triste la noche. La luna,
reluciente calavera,
  ya del cenit declinando,
iba del ciprés del huerto
fríamente iluminando
el alto ramaje yerto.
  Por la entreabierta ventana
llegaban a mis oídos
metálicos alaridos
de una música lejana.
  Una música tristona,
una mazurca olvidada,
entre inocente y burlona,
mal tañida y mal soplada.
  Y yo sentí el estupor
del alma cuando bosteza
el corazón, la cabeza,
y... morirse es lo mejor.

VI

Fue una clara tarde, triste y soñolienta
tarde de verano. La hiedra asomaba
al muro del parque, negra y polvorienta...
          La fuente sonaba.
  
  Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruido abriose la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
golpeó el silencio de la tarde muerta.

En el solitario parque, la sonora
copia borbollante del agua cantora
me guió a la fuente. La fuente vertía
sobre el blanco mármol su monotonía.
   
 La fuente cantaba: ¿Te recuerda, hermano,
un sueño lejano mi canto presente?
Fue una tarde lenta del lento verano.
          
Respondí a la fuente:
No recuerdo, hermana,
mas sé que tu copla presente es lejana.
   
 Fue esta misma tarde: mi cristal vertía
como hoy sobre el mármol su monotonía.

¿Recuerdas, hermano?... Los mirtos talares,
que ves, sombreaban los claros cantares
que escuchas. Del rubio color de la llama,
el fruto maduro pendía en la rama,
lo mismo que ahora. ¿Recuerdas, hermano?...
Fue esta misma lenta tarde de verano.
   
 —No sé qué me dice tu copla riente
de ensueños lejanos, hermana la fuente.
   
 Yo sé que tu claro cristal de alegría
ya supo del árbol la fruta bermeja;
yo sé que es lejana la amargura mía
que sueña en la tarde de verano vieja.
  
  Yo sé que tus bellos espejos cantores
copiaron antiguos delirios de amores:
mas cuéntame, fuente de lengua encantada,
cuéntame mi alegre leyenda olvidada.

   —Yo no sé leyendas de antigua alegría,
sino historias viejas de melancolía.

   Fue una clara tarde del lento verano...
Tú venías solo con tu pena, hermano;
tus labios besaron mi linfa serena,
y en la clara tarde dijeron tu pena.
   
 Dijeron tu pena tus labios que ardían;
la sed que ahora tienen, entonces tenían.
  
  —Adiós para siempre la fuente sonora,
del parque dormido eterna cantora.
Adiós para siempre; tu monotonía,
fuente, es más amarga que la pena mía.

   Rechinó en la vieja cancela mi llave;
con agrio ruïdo abriose la puerta
de hierro mohoso y, al cerrarse, grave
sonó en el silencio de la tarde muerta.





CAMPOS DE CASTILLA (1912, ampliado en 1917)

(RETRATO)

Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,

y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierras de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.

Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido

—ya conocéis mi torpe aliño indumentario—,
más recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas puedan tener de hospitalario.

Hay en mis venas gotas de sangre jacobina,

pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.

Adoro la hermosura, y en la moderna estética

corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.

Desdeño las romanzas de los tenores huecos

y el coro de los grillos que cantan a la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente, entre las voces, una.

¿Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera

mi verso, como deja el capitán su espada:
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.

Converso con el hombre que siempre va conmigo

—quien habla solo espera hablar a Dios un día—;
mi soliloquio es plática con ese buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.

Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.

A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.

Y cuando llegue el día del último vïaje,

y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis a bordo ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.


  RECUERDOS

  Oh Soria, cuando miro los frescos naranjales
cargados de perfume, y el campo enverdecido,
abiertos los jazmines, maduros los trigales,
azules las montañas y el olivar florido;
Guadalquivir corriendo al mar entre vergeles;
y al sol de abril los huertos colmados de azucenas,
y los enjambres de oro, para libar sus mieles
dispersos en los campos, huir de sus colmenas;
yo sé la encina roja crujiendo en tus hogares,
barriendo el cierzo helado tu campo empedernido;
y en sierras agrias sueño —¡Urbión, sobre pinares!
¡Moncayo blanco, al cielo aragonés, erguido!—
Y pienso: Primavera, como un escalofrío
irá a cruzar el alto solar del romancero,
ya verdearán de chopos las márgenes del río.
¿Dará sus verdes hojas el olmo aquel del Duero?
Tendrán los campanarios de Soria sus cigüeñas,
y la roqueda parda más de un zarzal en flor;
ya los rebaños blancos, por entre grises peñas,
hacia los altos prados conducirá el pastor.
  ¡Oh, en el azul, vosotras, viajeras golondrinas
que vais al joven Duero, rebaños de merinos,
con rumbo hacia las altas praderas numantinas,
por las cañadas hondas y al sol de los caminos
hayedos y pinares que cruza el ágil ciervo,
montañas, serrijones, lomazos, parameras,
en donde reina el águila, por donde busca el cuervo
su infecto expoliario; menudas sementeras
cual sayos cenicientos, casetas y majadas
entre desnuda roca, arroyos y hontanares
donde a la tarde beben las yuntas fatigadas,
dispersos huertecillos, humildes abejares!...
  ¡Adiós, tierra de Soria; adiós el alto llano
cercado de colinas y crestas militares,
alcores y roquedas del yermo castellano,
fantasmas de robledos y sombras de encinares!
  En la desesperanza y en la melancolía
de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva.
Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía,
por los floridos valles, mi corazón te lleva.


CXXXI  


 DEL PASADO EFÍMERO
  Este hombre del casino provinciano
que vio a Carancha recibir un día,
tiene mustia la tez, el pelo cano,
ojos velados por melancolía;
bajo el bigote gris, labios de hastío,
y una triste expresión, que no es tristeza,
sino algo más y menos: el vacío
del mundo en la oquedad de su cabeza.
Aún luce de corinto terciopelo
chaqueta y pantalón abotinado,
y un cordobés color de caramelo,
pulido y torneado.
Tres veces heredó; tres ha perdido
al monte su caudal; dos ha enviudado.
Sólo se anima ante el azar prohibido,
sobre el verde tapete reclinado,
o al evocar la tarde de un torero,
la suerte de un tahúr, o si alguien cuenta
la hazaña de un gallardo bandolero,
o la proeza de un matón, sangrienta.
Bosteza de política banales
dicterios al gobierno reaccionario,
y augura que vendrán los liberales,
cual torna la cigüeña al campanario.
Un poco labrador, del cielo aguarda
y al cielo teme; alguna vez suspira,
pensando en su olivar, y al cielo mira
con ojo inquieto, si la lluvia tarda.
Lo demás, taciturno, hipocondriaco,
prisionero en la Arcadia del presente,
le aburre; sólo el humo del tabaco
simula algunas sombras en su frente.
Este hombre no es de ayer ni es de mañana,
sino de nunca; de la cepa hispana
no es el fruto maduro ni podrido,
es una fruta vana
de aquella España que pasó y no ha sido,
esa que hoy tiene la cabeza cana.


CXXXV




  EL MAÑANA EFÍMERO



A Roberto Castrovido.
La España de charanga y pandereta,
cerrado y sacristía,
devota de Frascuelo y de María,
de espíritu burlón y alma quieta,
ha de tener su mármol y su día,
su infalible mañana y su poeta.
En vano ayer engendrará un mañana
vacío y por ventura pasajero.
Será un joven lechuzo y tarambana,
un sayón con hechuras de bolero,
a la moda de Francia realista
un poco al uso de París pagano
y al estilo de España especialista
en el vicio al alcance de la mano.
Esa España inferior que ora y bosteza,
vieja y tahúr, zaragatera y triste;
esa España inferior que ora y embiste,
cuando se digna usar la cabeza,
aún tendrá luengo parto de varones
amantes de sagradas tradiciones
y de sagradas formas y maneras;
florecerán las barbas apostólicas,
y otras calvas en otras calaveras
brillarán, venerables y católicas.
El vano ayer engendrará un mañana
vacío y ¡por ventura! pasajero,
la sombra de un lechuzo tarambana,
de un sayón con hechuras de bolero;
el vacuo ayer dará un mañana huero.
Como la náusea de un borracho ahíto
de vino malo, un rojo sol corona
de heces turbias las cumbres de granito;
hay un mañana estomagante escrito
en la tarde pragmática y dulzona.
Mas otra España nace,
la España del cincel y de la maza,
con esa eterna juventud que se hace
del pasado macizo de la raza.
Una España implacable y redentora,
España que alborea
con un hacha en la 
mano vengadora,
España de la rabia y de la idea.



A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, hendido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes le han salido.
  ¡El olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.
  No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado de pardos ruiseñores.
  Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus telas grises las arañas.
  Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta,
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida, 
otro milagro de la primavera.

(Poema escrito el 4 de mayo de 1912, cuando la enfermedad de su mujer Leonor se agravaba -de ahí el sentido de la última estrofa-, falleciendo finalmente en agosto. el libro se publica poco después. incapaz de seguir viviendo en soria con su recuerdo, es destinado a Baeza (jaén), donde compondrá algunos de sus mejores poemas)





CXXI
Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños... 
¿No ves, Leonor, los álamos del río
con sus ramajes yertos?
Mira el Moncayo azul y blanco; dame
tu mano y paseemos.
Por estos campos de la tierra mía,
bordados de olivares polvorientos,
voy caminando solo,
triste, cansado, pensativo y viejo. 

CXXIII

Soñé que tú me llevabas
por una blanca vereda,
en medio del campo verde,
hacia el azul de las sierras,
hacia los montes azules,
una mañana serena.
  
Sentí tu mano en la mía,
tu mano de compañera,
tu voz de niña en mi oído
como una campana nueva,
como una campana virgen
de un alba de primavera.
¡Eran tu voz y tu mano,
en sueños, tan verdaderas!...
Vive, esperanza, ¡quién sabe
lo que se traga la tierra!

CXXIII

 Una noche de verano 
—estaba abierto el balcón 
y la puerta de mi casa— 
la muerte en mi casa entró. 
Se fue acercando a su lecho 
—ni siquiera me miró—, 
con unos dedos muy finos, 
algo muy tenue rompió. 
Silenciosa y sin mirarme, 
la muerte otra vez pasó 
delante de mí. ¿Qué has hecho? 
La muerte no respondió. 
Mi niña quedó tranquila, 
dolido mi corazón, 
¡Ay, lo que la muerte ha roto 
era un hilo entre los dos!

"Proverbios y cantares"
PROVERBIOS Y CANTARES. MÚSICA DE PACO IBÁÑEZ
I
Nunca perseguí la gloria
ni dejar en la memoria
de los hombres mi canción;
yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles
como pompas de jabón.
Me gusta verlos pintarse
de sol y grana, volar
bajo el cielo azul, temblar
súbitamente y quebrarse.
IV
Nuestras horas son minutos
cuando esperamos saber,
y siglos cuando sabemos
lo que se puede aprender.
V
Ni vale nada el fruto
cogido sin sazón...
Ni aunque te elogie un bruto
ha de tener razón.
X
La envidia de la virtud
hizo a Caín criminal.
¡Gloria a Caín! Hoy el vicio
es lo que se envidia más.
XXI
Ayer soñé que veía
a Dios y que a Dios hablaba;
y soñé que Dios me oía...
Después soñé que soñaba.
XXIII
No extrañéis, dulces amigos,
que esté mi frente arrugada;
yo vivo en paz con los hombres
y en guerra con mis entrañas.
XXIV
De diez cabezas, nueve
embisten y una piensa.
Nunca extrañéis que un bruto
se descuerne luchando por la idea.

XXIX
Caminante, son tus huellas
el camino, y nada más;
caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante, no hay camino,
sino estelas en la mar.
XLIV
Todo pasa y todo queda;
pero lo nuestro es pasar,
pasar haciendo caminos,
caminos sobre la mar.
L
-Nuestro español bosteza.
¿Es hambre? ¿Sueño? ¿Hastío?
Doctor, ¿tendrá el estómago vacío?
-El vacío es más bien en la cabeza.
XLVI
Anoche soné que oía
a Dios, gritándome: ¡Alerta!
Luego era Dios quien dormía,
y yo gritaba: ¡Despierta!
LIII

Ya hay un español que quiere
vivir y a vivir empieza,
entre una España que muere
y otra España que bosteza.
Españolito que vienes
al mundo, te guarde Dios.
Una de las dos Españas
ha de helarte el corazón.